Escapada virtual

Ll-E-G-A-R-Á. Y pronto. Ese gran momento cuando se levante la cuarentena y vuelva la vida “normal”. Esa vida que ahora después de tantas semanas “encerrados” en casa resulta ser una joya que nos brindaba un sinfín de momentos de alegría. Cuando llegue ese esperado momento de no sólo abrir la puerta para salir a llenar el frigorífico, sino para disfrutar sin límites de la naturaleza que nos rodea, habrá que estar preparados, listos… y allá va: la primera caminata primaveral. Una caminata que después de semanas de lluvia nos llevará a un mundo con un verdor intenso, con un sinfín de flores, aromas y sensaciones…

Ya han caído palabras mágicas… “2 de Mayo”… “paseos”…, así que preparémonos para que piernas, pulmón y pupilas no se asusten. Os proponemos una breve  -y de momento virtual- escapada para iniciarse de nuevo en el placer de recorrer montes, montañas y valles,

disfrutando de vistas espectaculares. Os proponemos un bonito recorrido circular alrededor del Cerro de la Moratilla en la Sierra Calderona.

Se trata de una ruta en el término de Segorbe que empieza en la conocida Masía de Tristán que en su día dependió de la Cartuja de Portacelli. Un lugar idílico en el cual los monjes en su camino de Portacelli a la Cartuja de Vall de Cristo seguro paraban muy a gusto. Luego se convertió en albergue para caminantes y como muchos otros fue sentenciado al abandono. Mientras la Masía se esfuerza para dar idea de lo que era, las numerosas mesas alrededor sí que están intactas e invitan a un picnic o incluso a pasar todo el día en ese paraje encantador.

La caminata arranca por el GR-10 para luego seguir por pista a los pies de la Moratilla que con 836 metros de altura intenta hacerle competencia al famoso Monte Mayor. No hay que dejar la pista, no hay posibilidad de equívoco, así que se puede disfrutar de pleno de las maravillosas vistas hacía el valle de Olocau y el Mediterráneo. En mitad de un mar verde de olivos, almendros, pinos y relucientes arbustos se divisa el Castillo del Real ubicado entre Marines y Olocau. Aún en ruinas se le ve la importancia que tenía esa fortificación musulmana del siglo XI frente a los ataques de Aragón.

Paseando entre alcornoques y madroños se vuelve a la Masía de Tristán que gracias a su bonito reloj de sol nos confirma que sólo hacían falta una hora y un par de kilómetros para llenarse de aire, naturaleza y bonitos pensamientos.