Es uno de esos paseos inolvidables para un día soleado, claro y fresquito de invierno. Visitar la Laguna de la Dehesa de Soneja no sólo promete una exuberante naturaleza, impresionantes vistas y la posibilidad de escuchar lo que significa el silencio absoluto. También es un paseo educativo, entretenido y único: Y es que esa preciosa laguna, ubicada a una altura de 440 metros y rodeada de una particular meseta, es la laguna natural más alta de la Comunidad Valenciana, un lugar rodeado de un especial microclima y un bonito bosque mediterráneo con sus alcornoques, imponentes pinos, encinas y carrascas.
No extraña pues que ese idílico lugar fuera ya popular en el Paleolítico, habitado por recolectores y cazadores en busca de presas y disfrutando de una gran variedad de frutos. Las piezas más viejas, testimonio de lo vivido y encontradas ahí, datan de 11.000 años antes de Cristo. No en vano el sitio fue bautizado “La Dehesa”, ya que sirvió durante mucho tiempo como terreno ideal donde los pastores llevaban su ganado a llenarse las panzas.
Tanto entonces como hoy, aparte de animales y plantas comestibles, la naturaleza ofrecía muchas cosas que ayudaban en el día a día. Lo cuentan los numerosos carteles explicativos de plantas que acompañan al visitante a su paso por la laguna y el terreno colindante, llamado Arenal. Se puede leer sobre las cualidades curativas de la zarzaparrilla en caso de gripe o de lo ideal que era la resina del lentisco como empaste dental. Se aprende sobre pinos piñoneros centenarios y madroños del tamaño de un árbol. Pero la Dehesa de Soneja con su espléndida ubicación entre la Sierra de Espadán y el litoral también es un pequeño paraíso para los animales desde gatos monteses y comadrejas pasando por águilas, zorros, sapos y jabalíes. Ni más ni menos que 6 especies de anfibios, 15 especies de reptiles, 25 de mamíferos, y 91 de aves, 7 de ellas rapaces, están entre los habituales huéspedes.
Así que vale la pena llevarse unos prismáticos- tanto para seguir el vuelo de alguna rapaz como para aún ver más lejos y disfrutar de unas espectaculares vistas hasta el mediterráneo, pasando por la sierra y contemplando el valle del Palancia. Y que no falte la cámara porque dónde si no en la Dehesa se tropieza en medio del monte con gigantescas piedras de molino – perfectamente dibujadas en rocas enormes e incluso ya talladas y listas para su montaje. ¿La razón? En la zona del Arenal hasta bien entrado el siglo XX se explotó una pequeña cantera donde con un esfuerzo inmenso vieron la luz estas piedras conocidas como “ruejos” y empleadas en todas las almazaras del Alto Palancia.
Y no fue la única cantera. Durante el paseo por el Arenal se presenta la segunda laguna de la Dehesa, ésta totalmente desecada después de haber servido como cantera para la extracción de arena. Hoy es como un paseo por la playa con su fina arena blanca, sus pequeños arbustillos y sus pinos. Un paseo acompañado de la suave luz de una tarde de invierno, de sombras largas y un aire más que sano. Un paseo que hará regresar a cualquiera para volver a ver la Laguna de la Dehesa cuando esté abrazada por la primavera, luciendo nuevos verdes y viejos encantos.