Romántico, más romántico… Teruel

¿Cuál es el superlativo de romántico? En estas fechas, sin duda, son las fiestas alrededor de una trágica y emotiva historia de amor que en el siglo XIII sobrecogió a Teruel y alrededores. Sí, hablamos del infeliz amor entre Diego e Isabel, los famosos amantes de Teruel, cuya historia no sólo se recuerda con un propio mausoleo en la ciudad mudéjar, sino también con una bonita fiesta medieval que este año del 18 al 21  de febrero se celebra por vigésima vez: “Las Bodas de Isabel de Segura” – 4 días de pura vida medieval, de mercados y desfiles, conciertos y bailes, exhibiciones y animaciones, de comer y beber y, cómo no, de una escenificación callejera de la leyenda de Los Amantes.

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Nos esperan 17.000 personas vestidas al modo medieval,  jaimas y campamentos recreando la época, 400 actores dando vida a la historia de “Los Amantes”.

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Y qué mejor forma para ponerse en situación que leyendo la conmovedora historia de los amantes, contada por la Fundación en su recuerdo:

“Teruel, Siglo XIII. Isabel de Segura y Diego de Marcilla se aman desde niños, pero como el joven no dispone de riquezas, el enlace de ambos parece imposible. Aun así, consigue cinco años para obtener fortuna en la guerra. Justo el día en que se acaba ese plazo, regresa a Teruel; pero ya es tarde. Isabel se ha casado con Pedro de Azagra, hermano del Señor de Albarracín.

Desesperado busca a Isabel. Quiere verla, pedirle un beso antes de marchar, pero ella, aunque enamorada, se lo niega, aludiendo que pertenece ya a otro hombre. El joven no puede soportarlo y cae muerto. Al día siguiente, en los funerales, aparece una mujer con la cara velada. Es Isabel de Segura que, rota de dolor, quiere a dar a su amado el beso no entregado.

Al besar el cuerpo de su amado, también ella pierde la vida. La tradición asegura que murieron de amor. Por eso fueron enterrados juntos, y así han permanecido hasta hoy.”

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No cabe duda, hay que acercarse. Vivir momentos medievales, de besos, muertes y lamentos, bodas y entierros. El programa se puede consultar en la página web de la Fundación www.bodasdeisabel.com.

 

Paseo pausado

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rio palancia bejis4_casa rural shariquaTierra rojiza que contrasta con grandes campos de almendros en flor, pinos negros y carrascos acompañados de un denso rio palancia bejis1_casa rural shariquasotobosque, olivos fuertes descansando de la última cosecha y preciosas vistas a un valle encabezado por una imponente mole de montaña. Así se resume una bonita caminata por el valle del Río Palancia en Bejís. Una caminata de un par de horas que gracias a una extensa red de pistas forestales más bien merece la calificación de paseo, apto para cualquier amante de la naturaleza en busca de una amena y reconfortante excursión.

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Este paseo circular arranca en el “PRV-275 Fuentes del Palancia”, pero en vez de bordear las orillas del Río Palancia, primero coge altura en dirección del Cerro Simón. Es una pista que se abre camino entre campos y un denso bosque y en varias ocasiones nos ofrece una bonita panorámica con la silueta de Bejís al fondo.

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Como no puede ser de otra forma, es la Peñaescabia que acapara la mayor atención. Esa singular montaña que debajo de sus 1.318 metros da cobijo a un excepcional ecosistema en el cual se sienten a gusto el gato montés, la gineta, el águila perdicera o el buitre.

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Es el hogar de animales frágiles con nombres tan bonitos como la preciosa mariposa isabelina “Graellsia isabellae” o el huidizo murciélago de bosque “Barbastella barbastellus”. Un sitio donde crecen a gusto las carrascas, los quejigos, las sabinas y los tejos.

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rio palancia bejis22_casa rural shariquaDespués de haber disfrutado de las vistas desde el Mirador del Collado Royo toca bajar de nuevo a las orillas del Río Palancia.

Se llega a los Cloticos, una emblemática zona donde nace la fuente del agua mineral de Bejís y donde el río demuestra su lado más juguetón: Pequeñas cascadas, pozas y pequeños “rápidos” acompañan al caminante en este tramo final llamado “Ríos Arriba”.

 

 

 

Simsalamermelada

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Ha llegado el momento de acudir al acopio de provisiones. Se abre el congelador y sin necesidad de recurrir ni al simsalabim, ni al abracadabra, hocus pocus fidibus y tampoco al sator arepo tenet opera rotas, entramos en el paraíso de las frutas frescas, pero fresquísimas. Ahí están los higos blancos, las cerezas, las moras… invernando para convertirse en mermeladas que hacen soñar con el verano, los días largos y las noches templadas.

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Que no haya que estresarse con las cosechas inmensas de frutas o verduras y poder “criogenizarlas” durante muchos meses para su posterior disfrute, hay que agradecérselo al biólogo marino estadounidense, Clarence Birdseye (1886-1956). Un inquieto naturalista con enormes dotes de inventor que en sus muchos viajes a Terranova había quedado fascinado por la forma fácil de conservar el pescado que practicaban los inuit: Simplemente lo ponían al viento que, con sus gélidos 45 grados bajo cero, lo congelaba al instante. Una vez descongelado, sabía como recién pescado.

Para dar los primeros pasos hacía lo que hoy en día disfrutamos como congelador, al inventor americano le sobró con: el descubrimiento de que los alimentos se mantienen en perfecto estado a una temperatura de -17,7 grados, un par de dólares, hielo, sal y un ventilador eléctrico. Y así en los años 20 del siglo pasado Birdseye montó su primera máquina para la congelación de choque…

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Inventor Clarence Birdseye. Foto: Birdseye
Antes de quedarnos gélidos ante tanta genialidad, volvamos a nuestra faena inicial. Inventar mermeladas. Con nuestra fruta ya descongelándose y con algunas compras de género fresco creamos las siguientes combinaciones: Una mermelada de higo blanco con peras y cardamomo, otra mermelada con moras, plátano y un toque de canela y, como última y algo exótica, una mermelada con cereza, plátano, kiwi y naranja. Hmmmm, toda una tarde de cazuelas con colorines. Y al final una despensa llena de nuevo.

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