Que cada vez haya más frutos en el mercado, indiscutiblemente tiene su encanto. Pero no todos están de acuerdo. Hay algunos casi condenados a desaparecer. El membrillo es uno de ellos. Y si no fuese por sus enormes ganas de (sobre)-vivir y su adorable independencia -el membrillero crece sin cuidados en campos abandonados, bordes de caminos y se resiste contra vientos y heladas a admitir que ya es invierno-, seguro que ya no disfrutaríamos de este arbusto-árbol que aún a estas alturas brilla con sus grandes frutos.
Frutos que al sol parecen oro puro.
El membrillo -desde siempre símbolo de amor, felicidad, fecundidad, belleza y perseverencia- atrae con un aroma exquisito, sin embargo… el gourmet lo tiene crudo: El membrillo es difícil de pelar, hay que quitarle su pelusilla y no es comestible en estado natural. Eso sí, aguanta un montón para poder pensar tranquilamente qué hacer con él.
Nosotros este año además de mermeladas y jaleas, hemos probado una nueva receta con el membrillo como protagonista, acompañado de plátano, curry… ¿El resultado? Un nuevo compañero para el queso.
Si queréis probarlo, encontráis la receta en Sharíqua presenta.