Una santa y 1.500 raciones

Su vida fue corta y terminó con un crimen.

Corre el año 250 cuando en la siciliana Catania van a suceder horrores. Una joven acosada por un viejo verde llegará a defender su virginidad hasta la muerte. Le cortan los senos, la ponen sobre cristales y carbón al rojo vivo, la llevan a una cárcel y la tiran en una podrida celda, donde la pobre joven finalmente muere. Así lo recogen los manuales sobre santos y santas, porque Águeda de Catania (225-250) no sólo se convirtió en martir, sino también fue nombrada santa.


Hoy en día su estremecedora historia es conocida por muy pocos. También cuando el día 5 de febrero se celebre su día en Jérica, que la ha elegido patrona del pueblo, no habrá muchos que recuerden su triste final. Que sus penas hayan caído en el olvido, sin embargo, no quiere decir que el día de su santo no se afilen cuchillos… Cuando muy de mañana en Jérica se reúne un grupo de mujeres, ellas sólo tienen una meta en mente: Preparar la olla de Jérica que en honor a Santa Águeda va a servirse a todo el pueblo – y a muchos más.

Los números hablan por si solos: Esa mañana se prepararán 30 kilos de cardo, 30 kilos de berzas y 150 kilos de patatas. Además se echarán a las ollas unos 50 kilos de alubias, otros 50 kilos de arroz, 7 kilos de sal y 55 papeletas de azafrán. Y desde luego, que no falte la carne: Y ahí van 18 kilos de pata de cerdo, 18 kilos de hueso de corbet, 33 kilos de cuello, 12 kilos de rabo de cerdo, 45 caretas del mismo y 16 kilos de morcilla. El resultado: 22 calderas a rebosar.

Es evidente que esta olla no puede salir mal, aunque cualquier cocinero cara a estas cantidades desearía no estar en la piel de las mujeres y hombres responsables de ese manjar…

Mientras en los bajos de la casa de cultura cuecen las ollas gigantes durante horas y horas, pasados pocos minutos del mediodía los primeros jericanos – y los que se han enterado de otros pueblos, turistas y visitantes – empiezan a hacer cola delante de la puerta. Unos con sus propias cazuelas a rellenar, otros esperando a recoger una ración en plato de plástico. La espera no sólo se recompensa con un puchero muy sabroso, sino también con un delicioso jericano, el pastel típico del pueblo que elaboran con tanto mimo Rosa y Ricardo en su pastelería. Lo de ellos es verdadera pasión, al fin y al cabo ¡¡¡son 1.500 pastelitos!!!

Este año la olla se repartirá el domingo, día 6 de febrero, a partir de las 14.30 horas. Pero la fiesta de Santa Águeda aguarda más sorpresas aún, desde procesiones, ofrenda de flores pasando por exposiciones y la famosa “bacalà”, una comida popular de bacalao, nueces y vino en plena calle la medianoche del sábado.

El programa lo tenéis en www.jerica.es

Por cierto, uno vez visitando la página, por qué no echáis un vistazo al apartado “Gastronomía”. Ahí teneis la receta de la olla para 4 personas. Porque tampoco es cuestión de querer hacer a la primera un puchero para 1.500 comensales…

Y se hizo la nieve

Ya la tenemos, esa silueta tan bonita que se presenta después de las primeras nevadas: El horizonte se viste de blanco, y desde Sharíqua se ven las sierras de El Toro y Javalambre con su estampa más invernal, luciendo una fina y delicada capa de nieve. Hoy, además, después de muchos días en tonos grisáceos, Jérica ha amanecido con un cielo brillante y azul, el aire fresco y los campos bien “regados”… ¿qué más se puede pedir?

Almendros en apuros

Ya están aquí y para su debut no hubieran podido escoger peor momento. Justo cuando el mercurio de los termómetros en los pueblos del Alto Palancia emprendió camino hacía abajo, se asomaron las primeras flores de almendro. Después de haberse encontrado con temperaturas nocturnas bajo cero y despertarse algo “arrugadas”, probablemente los miles y miles de capullos se lo pensaran bien antes de abrirse y llenar el campo y el cielo con sus toques rosa y blanco. Es que anoche tuvimos 5 grados bajo cero en Jérica – y aún estábamos de suerte, mirando hacia la vecina Teruel donde tiritaban con unos mínimos de 12 grados bajo cero.

De todas formas, faltará poco y los campos de almendro en flor cambiarán el paisaje y abrirán la temporada de novedades casi diarias en la naturaleza que por fin se está despertando de su sueño invernal. Y enseguida el almendro tendrá competencia. Cuando en otras regiones lamentan la caída de sus últimas flores, en el Alto Palancia ya se visten de blanco los campos de cerezo. Otro espectáculo que no hay que perderse.

Sin miedo

Imprescindible: Afición al Allium cepa L., un peto, cantidades indecentes de servilletas y una absoluta falta de sentido del ridículo. Con estos cuatro ingredientes una Calçotada promete ser un festín de lo más especial. ¿Que para degustar esta cebolleta blanca, tierna y dulce con D.O. propia “Calçot de Valls” hay que ir hasta Tarragona, la meca de esta comida popular? En absoluto.

Jérica, nuestro pequeño pueblo en el Alto Palancia, se ha apuntado al evento y gracias a la Asociación Gastronómica Cantharellus de nuevo organiza una “Calçotada popular” que se celebra el 22 de enero – incluso antes de que se abra de forma oficial la temporada el último domingo de enero en Valls.

Mientras se asan los calçots sobre fuego vivo, los comensales tienen tiempo para prepararse mentalmente a lo que les viene encima: Nada de etiqueta ni de cubiertos ni de manuales de comportamiento. El lema es “manos al calçot”, y cómetelo como puedas.

Una vez están totalmente chamuscados, vamos negros en el sentido de negro, negro, los calçots tradicionalmente se envuelven en papel de periódico, se sirven en una teja caliente y se comen con las manos. Después de haber quitado la capa chamuscada, se unta la cebolla en  una salsa romesco, se estira el cuello al estilo “pelícano” echando la cabeza para atrás, se abre la boca y se intenta meter el calçot de la forma más elegante “pa’ dentro”. Un propósito destinado al fracaso. Y que se sepa: Pedir cualquier artilugio que pueda servir de ayuda en Cataluña se juzga duramente como “una mica pijolero”.

Cuando ya no se distingue el color de las manos de los calçots chamuscados, viene el segundo plato, que también en Jérica consiste en panceta, longanizas, morcilla y chorizos. Desde luego, toda una prueba para cualquier estómago, y desde luego una de las comidas más divertidas. Todo esto se riega con vino, cerveza, café y licores y como postre – ¿qué iba ser? – crema catalana.

¿A qué suena a una experiencia que no habría que perderse? Y para quedar bien no hace falta ser catalán, ni siquiera español. Uno de los récords en la competición del come-calçots más rápido de Valls lo tiene el hijo de padres español-austríacos. En 2002 se zampó ni más ni menos que 3,1 kilogramos – con otras palabras 326 calçots. Sólo uno pudo más y sostiene el récord absoluto: Ramón Forès Sans abasteció su estómago en 1997 en tan sólo 45 minutos con 3,2 kilogramos de calcóts.

Para apuntarse a la calçotada jericana hay tiempo hasta el 19 de enero. Las reservas hay que hacerlas en el número de teléfono 964 129 696 (Café Cochera). La Calçotada vale 20 euros por persona – juegos tradicionales inclusive.

Falta hace

Hogueras, procesiones, baile, carreras de caballos, rollos benditos, carne a la brasa, toros y sobre todo mucha, mucha agua bendita. Hasta el sorteo de un cerdo o como mínimo raciones de otro de la misma especie. Es San Antón y alrededor del 17 de enero casi todos los pueblos del Alto Palancia – y del resto de España, y del resto de Europa, y del … – recuerdan los méritos de ese eremita que nació un día lejano del año 251 en Egipto.

Es el día cuando los curas ven caras que no les suenan para nada, el día de insólitas colas delante de las iglesias y también el día que muchos se acuerdan que tienen animales. Si para recibir la bendición de San Antón, el protector de los animales, antes se arrastraba a cerdos, vacas, burros y demás delante del cura, en la mayoría de los pueblos el panorama ha cambiado drásticamente: Hoy en día desde el hamster hasta el husky, desde el geko hasta el gato se estremecen bajo la bien lanzada ración de agua bendita. Viendo que cada año tan sólo en este país se abandonan más de 100.000 animales domésticos, falta les hace que alguien les eche una mano. Y quién mejor que este santo tan polifacético, patrón de los campesinos y los porqueros, de los animales útiles, pero también de los carniceros…

Caricatura de Wilhelm Busch

Y quién sabe si no nos acordaremos algún día de que San Antón, mucho antes de llegar a la fama como amigo de los animales, fue reclamado y exhortado para curar una temida enfermedad durante el medievo  llamada “Fuego de San Antón”, que en realidad era una intoxicación causada por el así llamado cornezuelo del centeno. Y con lo que nos echan en los campos… puede que falta nos haga alguna mano divina…

Pero esto, desde luego, son pensamientos que se olvidan cuando las hogueras en vísperas del 17 de Enero y durante el fin de semana siguiente “enciendan” Jérica, Caudiel, Navajas, Segorbe, Viver…, cuando los fuegos de San Antón ardan para espantar espíritus malignos, miedos y maldiciones.

Os esperan fiestas con ese sabor auténtico y especial, con el frío necesario para querer arrimarse al fuego, con ese aire de creencias populares y  momentos ancestrales.