Programa contraste

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Después de varios días de lluvia -¡qué bien!- y con el campo más que feliz, toca alegrarnos los tonos grises con algo divinamente dulce. ¿Qué tal con unas almendras garrapiñadas hechas en casa? Ya sólo el olor mientras se cuecen llena la cocina de buen ambiente. Si encima se les da un toque navideño y picante…, ya no se puede pedir más. Además, sólo hacen falta un par de ingredientes.garrapinadas_casa-rural-shariqua

– 200 gramos de almendra con piel
– 125 g de azúcar
– 1 cucharadita de especias navideñas
– 1/2 cucharadita de copos de chile

Para empezar hay que calentar 100 ml de agua con el azúcar y las especias añadidas. ¿Qué especias le dan ese toque navideño? Pues, desde canela pasando por anís estrellado, jengibre, macis, cardamomo hasta clavo o pimienta de Jamaica. Así que hay un sinfín de combinaciones según gustos y preferencias.

Una vez caliente el agua azucarada y condimentada, se añaden las almendras y ya toca mover sin parar. A fuego lento, poco a poco desaparecerá el líquido, las almendras primero se cubren de una capa blanquecina, luego el caramelo se vuelve líquido y envuelve de nuevo a las almendras. Todo este proceso durará unos 10 minutos. Acto seguido hay que separar las almendras en papel de cocina y dejarlas enfriar. Si hace falta guardarlas -muy poco probable- lo mejor es un bote de cristal.

 

Vistas de invierno

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Cierto que las temperaturas invernales aún se hacen esperar, no obstante el aire sí que se ha convertido ya en más limpio, más claro y sano. Es el momento de emprender caminatas que prometen vistas panorámicas y bonitos contrastes de colores. Una fantástica opción es la ruta por el barranco de Ajuez en Chóvar que estos días no sólo nos obsequió con vistas kilométricas, sino también con muchas impresiones de tiempos pasados. Tiempos de duros trabajos en plena montaña, luchando contra las inclemencias.

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La ruta -bien marcada por señales del propio parque natural Sierra Espadán e indicaciones sobre distancias y tiempos- arranca cerca del embalse de Ajuez, construido en el siglo XII por los árabes, ampliado en varias ocasiones, usado como piscina municipal y hoy bastante maltrecho. El PR 138 en dirección a la imponente Nevera de Castro rápidamente nos adentra en el paisaje emblemático de la sierra, un paisaje caracterizado por vetustos alcornoques, helechos y rocas de rodeno. Es naturaleza en colores que van desde todo tipo de tonos rojizos, verdes, amarillos, grises y beige café. Un impresionante cuadro que estos días de invierno parece brillar aún más y compite con el azul intenso del cielo.

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barranco-de-ajuez11_casa-rural-shariquaDespués de haber pasado por la famosa Fuente Fresca, todo un símbolo para la tan apreciada agua de Chóvar, nos espera otra curiosidad que nos acerca a la historia del pueblo. Bajando una pequeña senda se encuentran los restos de la mina del “Socavón” que hablan de la barranco-de-ajuez12_casa-rural-shariquaextracción del cinabrio y su posterior fundición en hornos para obtener el mercurio. Una faena despiadada que dio empleo hasta los años 60 del siglo pasado y de la cual hoy en día sólo quedan los restos de raíles, herramientas retiradas y un par de vagonetas. Sin duda un inhóspito lugar que podría contar mucho sobre destinos poco felices.

En busca del sol subimos cómodamente hasta encontrarnos a una altura ya de unos 800 metros con la estrella de esta caminata: la Nevera de Castro, un imponente testigo de los inicios de la industria de la refrigeración. Fue construida en el siglo XVIII como depósito para la nieve y su posterior compactación. Así de apretada y además protegida por gruesos muros y tierra congelada, la nieve convertida en hielo aguantó hasta bien entrado el verano y poco a poco fue transportada hacia la costa o a cualquier otro lugar donde el calor apretaba y se buscaban formas para conservar los alimentos o enfriar las bebidas…

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Es una nevera preciosa que después de su restauración en los años noventa del siglo pasado da una perfecta idea de su funcionamiento y de la importancia de ese trabajo.

 

Y no sólo impresiona por su tamaño y las vistas que ofrece de su estructura interior, sino también  por su ubicación.

Difícil encontrar un mejor mirador del Mediterráneo que desde aquí tiña el horizonte de infinito.

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Falta un pequeño esfuerzo más para subir hacia el vértice geodésico desde donde la panorámica de nuevo es fantástica. El camino de vuelta nos lleva por las antiguas minas del Hemblar e invita a echar un último vistazo al barranco de Ajuez desde la Peña del Castellet. Han trascurrido tres horas, el viaje al pasado ha abarcado varios siglos.

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