Entrañas extrañas

¡Ya era hora! Tantos años aquí, tantas caminatas y hasta ahora ninguna nos había llevado hasta uno de los tesoros naturales más bellos del Alto Palancia: la cueva Cerdaña, una cavidad sorprendente en terrenos entre Caudiel y Pina de Montalgrao que ha visto muchas historias, atraído a un sinfín de exploradores-turistas y a un número igualmente importante de ilustres amantes de la naturaleza como Santiago Ramón y Cajal, Cavanilles o el juez e historiador castellonense, Carlos Sarthou Carreres (1876-1971).

Este último quedó tan fascinado por la inmensa cueva, sus estalagmitas y estalactitas que a principios del siglo pasado publicó un artículo sobre ella en la revista La Esfera. Una descripción, cómo no, magistral:

Al asomarse por la ancha boca de entrada, que amenaza tragarse al atrevido explorador, la impresión es de sorpresa ante la fantástica oquedad. Una anchurosa claraboya, tragaluz o ventanal que, naturalmente, se abre en el monte junto a la bóveda rocosa de la cueva, alumbra en su interior gigantescas estalactitas y estalagmitas de muchos metros de elevación, remedando caprichosas columnas góticas y churriguerescas que unen el desnivelado piso con la alta y majestuosa peña de la techumbre. ¿A qué comparar la cueva? ¿A una rústica catedral, o a una visión dantesca? Esparcidos los hombres por entre el laberinto de columnas, semejan figuritas animadas de fantástico juguete. Es, en fin, aquello un maravilloso capricho del Supremo Artista.”

Una cueva como una gigante sala de teatro que según expertos ya sirvió como refugio en la Edad del Bronce, más tarde en Época Ibérica se convirtió en Cueva-Santuario y hasta hoy día se entiende la fascinación que ella irradiaba.

Impresiona no sólo por sus dimensiones – 60 x 35 x 15 metros – sino también por la gran variedad de figuras y formaciones que han sobrevivido a los desgastes intrínsecos de una vida de miles de años y a las estupideces del ser humano en busca de souvenirs y desahogos destructivos.

Vale la pena tomarse tiempo para descubrir este tesoro natural, dejar espacio a la fantasía que pronto descubrirá bustos, caras, una rapaz o un león marino entre las rocas, pliegues y columnas milenarias.

Eso sí, hay que leer al experto Sarthou Carreras para volver a la realidad:

Se cuenta de esta gruta que no tiene fin o, por lo menos, que está a muchos kilómetros de profundidad. Lo primero lo inventó la ignorancia; lo segundo, el miedo. Esta cueva, como todas, tiene su fin, y no lejos de la entrada. Lo que ocurre y engaña al inexperto visitante es que medio kilómetro de marcha subterránea, salvando los continuos obstáculos que se oponen al paso, cuesta, a veces, muchas horas de avanzar, haciendo equivocar todo cálculo.”

Lo que es más fácil para cualquier senderista es calcular el tiempo para llegar a la cueva. O desde Pina o desde el Mas de Noguera en tierras de Caudiel, se llega en menos de una hora, aprovechando el PR 62 que además de bonitas cavidades tiene muchas más maravillas que ofrecer.

Por ejemplo, las vistas hasta el imponente Pico de Santa Bárbara que en Pina se eleva a unos 1.405 metros sobre el nivel del mar o a la lejana Peñagolosa, con 1.813 metros la segunda cima más alta de la Comunidad Valenciana.

Andando a estas alturas tampoco es raro encontrarse con águilas y buitres o las curiosas cabras montesas demostrando habilidades asombrosas al saltar de roca en roca.

Unas pequeñas gotas de amargura: Quien quiera ver la Cueva Cerdaña se topará con los modernos molinos de viento y su continuo zumbido… Es la otra cara de la búsqueda de un mundo más limpio y sostenible.