Hay muchos mitos alrededor del famoso ajoaceite. A nuestro hombre no le asusta ninguno. ¿Que no te pueden mirar por encima del hombro cuando lo estás preparando? A él le miran por encima de los dos, de frente, de lado, con asombro, con envidia… y no pasa nada. ¿Que no puede haber aire corriente porque se corta? Él lo liga sin problemas al aire libre, con o sin viento, con amenazas de tormenta u otras adversidades meteorológicas. ¿Que no debes distraerte mientras des vueltas a la salsa? Ya le dirás cómo en medio de una feria y pasando delante de tus narices cientos y cientos de personas… De todas formas, a él le da igual.
Él es Vicente Monleón, el maestro (extraoficial) del ajoaceite del Alto Palancia. Su habilidad para preparar ésta salsa, con origen en tiempos remotos de los romanos, hace estremecer a cualquiera que sólo pensando en tener que ligar ajos, yemas y aceite se pone tenso. Vicente, sin embargo, produce un mortero gigante en pocos minutos – y estos días lo ha vuelto a hacer. Delante de muchos ojos en la Feria del Aceite de Viver. Ahí es uno de los veteranos, lleva más de diez años dándole a la maza y fabricando kilos y kilos del apreciado ajoaceite.
Que lo tenga que hacer bajo la atenta – y atónita – mirada de cientos de personas, le deja indiferente. “A mí, que me miren”, dice y asegura que a él el ajoaceite no se le ha cortado en la vida. Y eso que lleva haciéndolo desde pequeño. Recuerda que el primero lo hizo con “doce o trece años”, y hoy, con unos cinco decenios de experiencia más, el reto de la Feria del Aceite de Viver no le quita el sueño. Cuando la feria termina, Vicente año tras año ha echado con suma paciencia y a hilo fino hasta 90 litros de aceite de oliva en su mortero, ha vaciado varias cajas de huevos y pelado bastantes ajos. Dos por mortero, para ser exactos. Durante una mañana suele llenar hasta cinco o seis morteros.
¿Un truco? Gotitas de agua. Ya cuando empieza a machacar el ajo bien machacado, en el mortero de Vicente hay unas gotitas de agua. Si la salsa amenaza con cortarse, tiene su manera para domarla. “Echo todo a un plato, meto un par de gotitas de agua y vuelta a empezar. Siempre funciona”, asegura y sonríe. “Pero si es muy fácil, hasta se puede hacer, una vez machacado el ajo, en una mesa. No hace falta ni mortero”, añade.
Puede que sí, pero me temo que a los mortales no nos queda otro remedio que coger un mortero, intentar no pensar en todas las creencias alrededor del ajoaceite, no tensarnos demasiado, tener unas gotitas de agua a mano y recordar las palabras de este As del ajoaceite: “Pero si es muy fácil…”