Vitamina C

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El cielo gris, la temperatura templada, el ánimo correspondiente. Es hora de darle la vuelta al ambiente y ponerle energía al cuerpo. Nada más fácil estos días en que nos han regalado toda una caja de mandarinas ecológicas -¡gracias cuñado!- que a partir de hoy se van a convertir poco a poco en mermelada, aceite aromatizado, postres, pasteles, sopas con toque picante… mandarina2_casa-rural-shariquaSólo de pensarlo ya se hace notar ese aroma irresistible que desprende ese cítrico que lleva siglos reforzando la salud de los humanos con una buena dosis de vitamina C, con potasio, calcio y magnesio.

Empezamos con una seductora mermelada de mandarinas con clavo y canela… Una bonita mezcla entre los aromas del invierno y la frescura de un día de primavera.

Los ingredientes:

1 kg de mandarinas
800 g de azúcar
3 clavos
1 rama de canela

Pelamos las mandarinas -¡que no quede nada de la piel blanca que amarga!- y las cortamos en trocitos. Añadimos el azúcar, los clavos y la canela y lo ponemos a hervir en un cazo de metal. Mover a menudo para que no se pegue. Cuando empiece a hervir, calculamos unos 5 minutos y hacemos la primera prueba del espesor. Si una gota caída en un plato bien frío se queda quieta, ya está la mermelada lista para rellenar los recipientes.

Dejar los botes 5 minutos boca abajo y listo. Ya sé que ahora toda la cocina huele que alimenta, pero, al menos, dejad que la mermelada se enfríe antes de abrir el primer bote ;-).

El Blanco Palancia

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Una ligera bajada de las temperaturas, noches bien frías y un cielo con ganas de abrirse y dejar caer un buen puñal de copos. Con esto el Alto Palancia en menos de 24 horas se ha convertido en el Blanco Palancia con estampas insólitas de pueblos nevados como nuestras vecinas Caudiel y Viver, también Bejís, Teresa y, desde luego, El Toro y Barracas.

Ha llegado el momento de dejarse seducir por imágenes únicas, el momento de dejar huellas en la nieve y crear muñecos, testigos de estos días especiales.

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Ha sido una caminata didáctica. Una caminata que muchos años antes nos había encantado y que no nos atrevimos a repetir por miedo. Miedo a lo que íbamos a ver después del horrible incendio que un día de marzo se comió cientos y cientos de hectáreas de bosque y matorral en la Sierra Espadán y amenazó con tragarse a Gaibiel entero. Han pasado diez años y por fin hemos vuelto… para ver las dos caras de un paisaje devorado por las llamas.

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gaibiel_casa-rural-shariquaUna mañana gélida, al inicio, la caminata nos lleva al pequeño barranco de la Costaleta. Aún en la sombra, la escarcha ha convertido muchas hojas y bayas en minúsculas obras de arte.

Hay que cruzar el río Regajo -no sin antes haber visitado la vistosa fuente del Vicario- que a estas horas parece echar humo. Al emprender la subida, somos nosotros los que “vaporeamos” el aliento al aire fresco de invierno.

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Al otro lado de la montaña nos esperan el sol… y las primeras huellas de aquel incendio. Hoy, un decenio más tarde, una densa gaibiel16_casa-rural-shariquaalfombra verde ha reconquistado el alto, recubierto de coscoja, romero, jaras, brezo blanco y lentisco. Pero también nos encontramos con los esqueletos de árboles grandes, tumbados y aún ennegrecidos. Testigos de un incendio, convertidos en monumentos exhortatorios… y rodeados de jóvenes pinos y arbustos que demuestran que la naturaleza es más fuerte que las llamas y las estupideces humanas. La historia de los bosques mediterráneos es también la historia de sus incendios. Así que decidimos quedarnos con las impresiones de una naturaleza fuerte e invencible.

Y no sólo impresiona la naturaleza viva, sino también la petrificada. De tiempos mucho más gélidos que esa misma mañana, hablan formaciones rocosas, comprimidas, agujereadas, fileteadas y esculpidas por las fuerzas del hielo y la tierra.

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gaibiel8_casa-rural-shariquaAl llegar al cruce con el PRV-63.7 no podemos resistir la tentación, nos desviamos del camino previsto y caminamos por el altiplano en dirección al Pantano El Regajo. Las vistas son espectaculares, abarcan desde los pueblos en los alrededores hasta las montañas de la Sierra de Espadán o los picos de Bejís.

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gaibiel18_casa-rural-shariquaCamino de vuelta y pasando por una zona llamada Majadal, pronto llegamos al “Mirador de la Carrasca” que ofrece unas bonitas vistas del pueblo y del valle al que se ha acoplado Gaibiel. El camino va descendiendo de forma rápida y pronto aparece el restaurado castillo. gaibiel19_casa-rural-shariqua

Desde allí una senda lleva de vuelta al río y, teóricamente, por un pequeño puente a la fuente Los Caños. Teóricamente. Porque como al puente le falta un metro para alcanzar la otra orilla, si el río lleva bastante agua, toca quitarse las botas. Sin duda el momento más refrescante de la ruta. ¿Hay un final mejor para una caminata con reencuentro feliz? gaibiel20_casa-rural-shariqua

 

¡Qué cruz!

Formaban parte del GPS medieval, marcaban fronteras y eran una de las caras de la religiosidad popular. Hablamos de las cruces de término o humilladeros y según región bautizadas también como pedró, peiró, peirón o cruceiro. Su fin era igual en toda España y en muchos otros países europeos: Servían como señal de bienvenida y orientación en las entradas de las ciudades y villas, expresaban la piedad del pueblo y también le recordaban al viajante que se movía por tierras cristianas.

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cruz-cubierta-jerica5_casa-rural-shariquaAlrededor de Valencia y en la vecina Aragón, la mayoría de las cruces de término se levantaron entre los siglos XIII y XV, a partir del último en algunos lugares se empezó a cubrir las simples estructuras -formadas por una base, un fuste y una cruz de piedra y hierro- con un tejado. Protegidas bajo pequeños templetes o baldaquinos las cruces se convertían en cruces cubiertas.

Muchas de estas cruces desaparecieron a lo largo de los siglos, muy pocas fueron bien cuidadas y otras tantas casi olvidadas, manteniéndose apenas en pie. Fue también el caso de la cruz cubierta de Jérica, una obra del inicio del siglo XVI con cuatro pilares, arcos góticos, una bóveda nervada, tejas árabes vidriadas y pinturas decorativas. El desgaste del tiempo, la falta de mantenimiento y el olvido se plasmaban hasta en la página web del ayuntamiento, donde en la descripción del monumento, catalogado como Bien de Interés Cultural, se puede leer: “Fue reformada en el siglo XVIII…  Actualmente presenta estado de ruina”.

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Pero después de años de ruegos y consultas, de peticiones y plegarias, llegaron las buenas noticias para la cruz cubierta: Estos días se ha empezado con su restauración. El presupuesto es mínimo, pero suficiente para que al menos se estabilicen la estructura y el tejado y se puedan recuperar los frescos.

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Cuando se levante la manta verde que ahora lo está cubriendo y se pueda contemplar la cruz rejuvenecida, no habrá pretexto para no emprender un paseo de visita. Y luego a la Cruceta, monumento en memoria a la reconquista por Jaime I que “hubo de buscar el rey otro sitio más seguro para su campo y asentole en frente del castillo en un montecillo un poco desviado a quien llamaron de la Cruceta, por un padrón de calicanto que pusieron allí con una cruz de hierro encima ..”. Y de ahí a la cruz entre los términos de Jérica y Viver… Y de ahí de cruz en cruz… Habrá nacido un nuevo movimiento: el “Cruci-Turismo”.

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Calma

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Año nuevo, ritmo nuevo y un calendario con más de 300 días para disfrutar y descubrir.

Eso sí, después de tanta fiesta y festín, ahora vale la pena permitirse una vida más pausada. El nuevo año se merece unos momento de calma, momentos para acostumbrarse al 17 al final de la fecha, escuchar los deseos que se pueden hacer realidad y tomarse la vida con sosiego.

¿Un lugar? Por ejemplo, el Pantano El Regajo entre Jérica y Navajas. Un pequeño embalse que en estas fechas y después de las abundantes lluvias de diciembre no sólo demuestra su cara más poderosa, brillante y bonita. También es un precioso lugar para paseos pausados, para escuchar el silencio, disfrutar de los colores nítidos del invierno y sus incomparables puestas de sol.

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Un lugar donde reina la calma.

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